Martes 25 de julio de 2006. La Hora - Pag. 2
Aprender a leer
Por: Dr. Carlos Pérez Avendaño
Si acaso se escribe sobre un tema que pudiera tener algo de profundo y que por lo controversial incite a la meditación y plantee interrogantes que obliguen a pensar, es frecuente que el lector suspenda su lectura sin haberla terminado. Es que son temas aburridos. Precisa escribir de manera anecdótica, contando cuentos, como cuando de niños nuestra madre Alicia y nuestra abuela Victoria iniciaban sus sesiones de antes de acostarnos con aquel inolvidable estribillo de “han de estar y estarán…” Con el que iniciaban contar un cuento que, como aquella tragedia del ratón Pérez, se enamoró de la cucarachita Martínez y murió ahogado en una olla de frijoles.
Esos cuentos, que nos los contaban madre y abuela cuando aún no sabíamos leer, progresivamente fueron sustituidos por algunos cuadernos sencillos que de historia sagrada, pintaban de colores el Paraíso, Adán y Eva y la serpiente, al heroico Moisés atravesando el Mar Rojo, y al valiente David derrotando con su honda al gigante Goliat.
Tengo así, grabadas en mi mente esas inolvidables estampas que a uno le enseñaban a formar valores, y contribuían significativamente en la formación del carácter. Es que uno quería ser como aquellos héroes, valientes, patriotas y agresivos.
Posteriormente pasamos a las historias de aventureros como Robinson Crusoe, uno de nuestros héroes en los inicios de la adolescencia, para, posteriormente, impresionarnos con biografías escritas de manera sencilla como la de San Pedro Chaver y su denodada y compasiva lucha en pro de los esclavos africanos transportados al nuevo mundo.
¿Cuán determinantes habrán sido en nuestra formación la lectura de libros como Cazadores de Microbios que nos contaba las hazañas de Roberto Koch, el de la tuberculosis, y las de Luis Pasteur en su ardua búsqueda de las vacunas para la viruela y la rabia? Aún cuando es imposible cuantificar la influencia que en la formación de muchos colegas médicos han tenido esos libros, indudablemente que solamente puede adivinarse una muy positiva y duradera guía en nuestra formación y en nuestro destino.
Ahora que se habla de la muy urgente necesidad de promocionar la lectura, vienen a mi mente aquellos libros de hace muchas décadas con ilustraciones a colores y letras grandes en las que aprendíamos a leer y a admirar a los hombres que han hecho historia.
No pretendo ni por asomo, ser pedagogo, y no voy a ser yo quien le diga a doña Carmen, la Sra. Ministra como habrá de hacer las cosas, pero pueda ser que mi caso particular, a quien nuestra madre Alicia y nuestra abuela Victoria nos enseñaron a leer en esos libretos biográficos, sean de alguna ayuda en su lucha en pro de la educación de escolares como futuros lectores de libros.
FUENTE: Diario La Hora |