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Prensa Libre. Opinión. Pág. 16. Guatemala, sábado 2 de agosto de 2008. |
ALEPH Por: Carolina Escobar Sarti El título de este artículo es también el del libro escrito por Victoria Sanford, recientemente publicado y comentado en la Feria Internacional del Libro que se celebra en el país. Sanford es profesora en antropología, investigadora y presidenta del Comité de Derechos Humanos de la Asociación Americana de Antropología. El suyo constituye un aporte importante y un abordaje por demás interesante sobre temas controversiales dentro de nuestra sociedad. La autora parte de la «crisis de derechos humanos que hoy vive una Guatemala ‘en paz’», y señala el genocidio de los años 80 como punto de referencia para “evaluar la violencia ‘posconflicto’ del siglo XXI”. Los elementos a los cuales acude para analizar esta crisis son, entre otros, la cifra alarmante de homicidios en el país, la práctica habitual de la represión selectiva (también conocida como limpieza social) y el fenómeno de las maras, con toda su violencia asociada. “Dentro de estas estructuras de terror cotidiano, institucional y organizado”, ella examina especialmente el fenómeno contemporáneo del femicidio o “matanza institucionalizada” de mujeres. El eje de todo su análisis es el asesinato de la joven Claudina Isabel Velásquez Paiz, por medio del cual desnuda el papel que el Estado guatemalteco juega en los femicidios y “la omisión de su responsabilidad de garantizar igual protección ante la ley” para toda la ciudadanía. La autora define ampliamente el concepto de genocidio, que, por cierto, en Guatemala encaja perfectamente. Señala que en 1981 “las mujeres (incluyendo adultas y niñas) fueron el 14 por ciento de las víctimas en Rabinal”; continúa señalando que en 1982 “las mujeres ya constituían el 42 por ciento de las víctimas de las masacres. A mediados de 1982, “el número de homicidios de mujeres y niñas subió tan marcadamente que hasta el porcentaje de víctimas masculinas bajó”. En esta parte ella cita, en una nota a pie de página, a Adam Jones, quien sugiere a la comunidad internacional vigilar las masacres selectivas de varones que suelen preceder a las matanzas masivas de mujeres y niños en un genocidio. Es ésta la intersección que la autora reconoce como el paso de masacres selectivas a masacres masivas. En su libro, Sanford documenta ampliamente la impunidad que hay en el país, y para ello se vale de los innumerables casos que no han sido resueltos en las cortes guatemaltecas, entre ellos el de los militares acusados por genocidio. “Es en ese ambiente hostil de genocidio e impunidad que se encuentran los guatemaltecos, viviendo en un país violento (...). Si el número de asesinatos sigue aumentando al mismo ritmo, serán más las víctimas de muertes violentas en los primeros 25 años de paz que los que murieron durante 36 años de conflicto armado interno y genocidio”. Citando a Alston, la autora dice que “mientras aumentó la población femenina en un ocho por ciento entre 2001 y 2006, el índice de homicidios contra las mujeres aumentó en más del 117 por ciento. La mayoría de las mujeres asesinadas, entre 16 y 30 años de edad.” Una de las conclusiones de la autora es que “podemos establecer conexiones entre las prácticas y discursos de violencia del pasado y los del presente. Es más, hay un léxico particular que podemos rastrear desde los años ochenta hasta el presente. (…) Es la impunidad la que vincula el genocidio (…), la decisión de la Corte Interamericana, y la orden de arresto internacional de la corte española para los genocidas, con el asesinato de mujeres, la limpieza social y el asesinato de Claudina Isabel. La impunidad es la violación de la ley por los que están encomendados de hacerla cumplir.” Definitivamente, interesantes elementos para el análisis. |
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Prensa Libre / Opinión. Pág. 16. Guatemala, jueves 4 de septiembre de 2008. |
PERSISTENCIA Por: Margarita Carrera Según Victoria Sanford (“Guatemala: del genocidio al feminicidio”), “El feminicidio es un término político. Conceptualmente abarca más que el feminicidio, porque no solamente culpa a los perpetradores masculinos, sino también al Estado y las estructuras judiciales que normalizan la misoginia. La impunidad, el silencio y la indiferencia son parte del feminicidio(…). El feminicidio nos remite a las estructuras del poder e implica al Estado como culpable, sea por acción, tolerancia u omisión. En Guatemala, el feminicidio es un crimen que existe por la ausencia de las garantías que protegen los derechos de las mujeres”. Además, el genocidio va ligado al feminicidio cuando, por ejemplo, “En junio de 1982, solamente tres meses después del comienzo de la dictadura de Efraín Ríos Montt, las mujeres ya constituían el 42% de las víctimas de las masacres. A mediados de 1982, el número de homicidios de mujeres y niñas subió tan marcadamente que hasta el porcentaje de víctimas masculinas bajó”. “La estrategia pasó de masacres selectivas de hombres a masacres masivas de hombres, mujeres y niños.” Pero lo más tremendo es que, mientras Eduardo Meyer es señalado por la responsabilidad que tuvo a causa de los famosos 82.8 millones que se robó en el Congreso (sin que Meyer tenga, como otros diputados, cuentas bancarias que demuestren que robó), a Efraín Ríos Montt ningún juez lo persigue por genocida, a pesar de que la CEH haya comprobado su culpabilidad. ¿Qué es peor, ser responsable por un robo que Meyer denunció, o los crímenes de lesa humanidad del general, quien ordenó masacrar a cientos de pueblos indígenas, víctimas, además, de las torturas más crueles que registra nuestra historia? No solo no se atiende la orden del juez Pedraz, de España, sino que a Eduardo Cojulún, juez Undécimo, que recopiló testimonios de sobrevivientes del genocidio en Guatemala, se le amenaza de muerte. Esta noticia no ocupa las primeras planas de los periódicos, como sí se le da espacio especial a Ríos Montt, quien aparece en primera plana de elPeriódico, el día 14/8/08, firmando nada más y nada menos que el Libro de Vida, una especie de acción preventiva contra una potencial ley que favorezca el aborto, olvidando que, bajo su dictadura, cientos de mujeres embarazadas fueron asesinadas abriéndoles los vientres y estrellando contra piedras y árboles a sus hijos. Que los medios de comunicación den más importancia a Meyer, por su responsabilidad en el robo de los millones en el Congreso y olviden a los genocidas, es de parar el pelo. ¿Por qué hacer piñata de Meyer y no de Ríos Montt y otros criminales de lesa humanidad? ¿Es que no se dan cuenta de que con esta foto en primera plana de elPeriódico, Ríos Montt es rescatado de sus crímenes, confirmándose así que las estructuras patriarcales y dictatoriales, así como la impunidad, siguen dominando al Estado guatemalteco? A propósito, cito a Sandford: “El genocidio es una atrocidad vinculada al género, porque está motivado por la intención de eliminar a un grupo cultural. Es decir, la destrucción de las bases materiales de la comunidad más su capacidad de reproducirse. En este sentido, las mujeres son los blancos principales del genocidio(…)”. En el 2005, continúa Sandford, “la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al gobierno guatemalteco por la matanza de 268 personas mayas achí, en la aldea Plan de Sánchez, en las montañas alrededor de Rabinal, Baja Verapaz(…) Poco más de dos años después, una Corte española emitió una orden internacional de captura para varios generales y oficiales del ejército. Los cargos incluían genocidio, terrorismo, tortura, asesinato y detención ilegal…” Los acusados: Ríos Montt, Mejía Víctores, Romeo Lucas García, Ángel Aníbal Guevara, Álvarez Ruiz, Chupina, García Arredondo y Benedicto Lucas García. Muy poco se recuerdan estos crímenes que son, sin duda, el origen de la violencia imparable en Guatemala, en donde se hace perpetua la impunidad. En la actualidad, ya casi nadie sabe sobre documentos como el Remhi y el informe de la CEH. |
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elPeriódico. Pág. 15. Guatemala, jueves 4 de septiembre de 2008. |
Los libros más vendidos durante agosto de 2008 SOPHOS Guatemala, La historia silenciada tomo II, Carlos Sabino, Fce. Guatemala: Causas y orígenes del enfrentamiento, F&G Editores La Tragedia de la Embajada de España en Guatemala, 31 de enero de 1980, Jorge Lujan Muñoz, Magna Terra Editores Guatemala, La historia silenciada tomo I, Carlos Sabino, Fce. Guatemala del genocidio al feminicidio, Victoria Sanford, F&G Editores Los locos mueren de viejos, Vanessa Nuñez Handal, F&G Editores Pequeña historia de viajes, Amores E Italianos, Dante Liano, Roca Editorial The Secret, Rhonda Byrne, Atria Books Genocidio: ¿La máxima expresión del racismo en Guatemala?, Marta Elena Casaus Arzú, F&G Editores Los hijos del incienso y de la pólvora, Francisco Pérez De Antón, Alfaguara Fuente: SOPHOS |
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Prensa Libre / Opinión. Pág. 16. Guatemala, jueves 25 de septiembre de 2008. |
PERSISTENCIA Por: Margarita Carrera En mi columna de opinión del jueves 4/9/08, titulada “Feminicidio y genocidio”, me referí al libro de Victoria Sanford: Guatemala: del genocidio al feminicidio, publicado por F&G editores, en “Cuadernos del presente imperfecto No. 5”. Empezaba haciendo esta cita textual: “El feminicidio es un término político. Conceptualmente abarca más que el femicidio(…)”. Sin embargo, en vez de “femicidio” se escribió nuevamente “feminicidio”, algo que no tiene sentido alguno. Retomo, para aclarar estos dos conceptos, “femicidio” y “feminicidio”, lo escrito por Sanford en el capítulo “¿Por qué el feminicidio?”, Estos son sus conceptos: “(…)El concepto de feminicidio se basa en el término ‘femicidio’ que se refiere al asesinato de mujeres en escritos de criminología y también se refiere al crimen de odio contra las mujeres en la literatura feminista acerca del asesinato de mujeres (Russell y Harmes, 2001). Al insistir en que el asesinato de mujeres sea analizado en un contexto más general de las estructuras patriarcales y de la misoginia, Russel define al femicidio no solamente como el asesinato de mujeres sino ‘como el asesinato de mujeres por hombres, porque son mujeres’. Russell categoriza el femicidio: ‘Como una forma de terrorismo que funciona para definir límites entre géneros sexuales, implementar y reafirmar la dominación del hombre y convertir a todas las mujeres en seres crónica y profundamente inseguros’. En cambio, nos dice Sanford, “El feminicidio es un término político. Conceptualmente abarca más que el femicidio porque no solamente culpa a los perpetradores masculinos, sino también al estado y las estructuras judiciales que normalizan la misoginia. La impunidad, el silencio y la indiferencia son parte del feminicidio. El concepto feminicidio ayuda a desarticular el sistema de creencias que coloca a la violencia basada en la desigualdad de género sexual en la esfera privada y revela el carácter social del asesinato de mujeres como producto de relaciones de poder entre hombres y mujeres. Nos permite el análisis legal, político y cultural de las instituciones y respuestas sociales al fenómeno. El feminicidio nos remite a las estructuras del poder e implica al estado como culpable, sea por acción, tolerancia u omisión. En Guatemala, el feminicidio es un crimen que existe por la ausencia de las garantías que protegen los derechos de las mujeres.” Ahora bien, continúa más adelante Sanford: “La impunidad en Guatemala incrementa los asesinatos de mujeres. Es la falta de seguridad lo que hace que las mujeres guatemaltecas teman tomar el autobús o juntarse con un amigo/a para tomar un café(…)”. Luego, cuando el padre o el hermano actúan como protectores de las mujeres en la familia, caen asimismo en una actitud patriarcal y misógina. Las toman como si fueran objetos de su propiedad. Lo que protegen, sobre todo, es su “honor”. Como sucede en La Ilíada, de Homero, en donde al perder a su esposa Helena, Menelao clama no tanto por Helena, sino por su honor, el cual debe ser reparado mediante la guerra de Troya. Sanford se refiere, también, al asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, México, al citar a Marcela Lagarde en su trabajo sobre el feminicidio en esta ciudad: “Suceden los feminicidios cuando las autoridades no realizan con eficiencia sus funciones para prevenirlos, evitarlos y sancionarlos. El ambiente ideológico y social del machismo y la misoginia alientan estos crímenes.” Agrega Sanford que existen similitudes en el patrón de los asesinatos de mujeres registrados en Ciudad Juárez y Guatemala. Peor aún, “la tasa de asesinatos en Guatemala es mucho más alta. Entre 1993 y 2003 se registraron 370 asesinatos de mujeres en el estado mexicano de Chihuahua, en el cual Ciudad Juárez está localizada(…) En solamente el año 2003 se registraron 383 asesinatos de mujeres en Guatemala. Estos crímenes sexuales de género, dice la ONU, se incrementan con la impunidad: “muchos de los crímenes nunca fueron investigados por la simple razón de que las víctimas eran ‘solamente’ muchachas sin una posición social y por lo tanto eran prescindibles.” |
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elPeriódico / 5 Minutos. Pág. 30. Guatemala, lunes 29 de septiembre de 2008. |
Guatemala, hoy Victoria Sanford es la autora de “Guatemala: Del genocidio al feminicidio”, editado por F&G Editores. Sanford es profesora de antropología del Lehman College de New York e investigadora de la Universidad de Columbia. |
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Prensa Libre / Opinión. Pág. 16. Guatemala, jueves 2 de octubre de 2008. |
Por: Margarita Carrera El 15 de agosto recién pasado salió, tanto en Prensa Libre como en elPeriódico, la denuncia que hace el Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos sobre el incremento de ejecuciones extrajudiciales contra jóvenes. Según la Caldh, el 30 por ciento de las muertes de jóvenes estaría vinculado a ejecuciones extrajudiciales. “Estamos sumamente consternados porque este año la cifra de muertes violentas sobrepasa los mil, y en su mayoría se trata de jóvenes”, dijo Ábner Paredes. El año pasado, expresó, agentes de la Policía Nacional Civil mataron a cinco jóvenes en el barrio El Gallito. “Las autoridades solo capturaron a los agentes implicados, pero las investigaciones no han avanzado”. También la Asociación Cristiana denunció que el 10 de agosto recién pasado fueron asesinados tres jóvenes voluntarios de esta agrupación en Palín, Escuintla. Paúl Menchú aseveró: “Sabemos que hay agentes de la PNC metidos en estos casos”. El año pasado, tres mil 60 jóvenes de entre 14 y 29 años fueron asesinados. De ellos, 276 eran mujeres, y dos mil 784, hombres. El director de la Caldh, Pablo Minerva, dijo conocer las características de estos crímenes. Los cadáveres “denotan tortura, tienen el tiro de gracia, y los victimarios buscan un lugar oscuro y solitario para abandonar a las víctimas”. Sobre este tema, Victoria Sanford, en su libro Guatemala: del genocidio al feminicidio, tiene un capítulo muy importante titulado “Limpieza social versus violencia pandillera”. “El término ‘limpieza social’ —escribe— se refiere al mecanismo de represión, selectivo o indiscriminado, producido por agentes armados con conexiones con el Estado o agentes particulares que reprimen con la aquiescencia, complicidad, apoyo o tolerancia del Estado. La limpieza social es una violación directa del derecho humano a la vida. Se dirige hacia individuos o grupos de individuos considerados como indeseables, con el objetivo de intimidar y exterminar(…)”. Los actores de esta práctica son defendidos por la impunidad imperante, ya que el Estado los protege. Sanford declara que si los cadáveres aparecen con señales de tortura, se trata de limpieza social. Asimismo, tales asesinatos se cometen en un sitio determinado, y luego son tirados en otro lugar. Aunque en Guatemala y otros países latinoamericanos tienen un problema serio con las pandillas, hay rasgos de la actividad pandillera que los diferencia de la limpieza social. Las pandillas tienden a practicar la violencia dentro de territorios determinados que defienden en contra de otros pandilleros. Muchas veces las pandillas se unen al crimen organizado (narcotráfico o grupos paramilitares), creándose sicarios, como los de Colombia. Además, la violencia pandillera casi siempre usa armas de fuego y armas blancas. Con frecuencia, la víctima lleva en su cuerpo un distintivo representando la autoridad de la pandilla que la asesinó. Los asesinatos perpetrados por pandilleros se llevan a cabo de la manera menos complicada y más rápida, debido a la falta de capacidad y de recursos. Operan en un entorno inseguro. Los cadáveres resultantes de un asesinato pandillero generalmente aparecen dentro del territorio de la pandilla dominante y también en el mismo sitio donde fue asesinado. La limpieza social, en cambio, requiere de una infraestructura y de recursos que solo puede proporcionar el Estado. Al utilizar la tortura, lo que se busca es generar el terror, también ganar la aceptación de los ciudadanos, al convencerlos de que solo con “la mano dura” se logra erradicar a los “indeseables”. Otro dato importante de la limpieza social es que la ropa de la víctima nunca es devuelta a los familiares. Asimismo, hay artículos periodísticos que tienden a echar un manto de sospechas sobre las víctimas. Por ejemplo, si es varón, que lleva tatuajes; si es mujer, se afirma que la víctima llevaba un arete en el ombligo, o algún otro detalle que la señale como posible prostituta. |
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Diario de Centroamerica / La Revista. Pág. 14. Guatemala, viernes 7 de noviembre de 2008. |
Guatemala: Del Genocidio al feminicidio
> Victoria Sanford La autora, profesora titular de City University of New York, hace un análisis sobre el feminicidio en Guatemala. No es una nota roja superficial, contextualiza y busca respuestas. Pero además, no expone solo cifras, frías y sangrientas, Sanford las humaniza a través del terrible caso de Claudina Isabel, estudiante de 19 años, y camina junto al padre de la muchacha asesinada los tenebrosos y kafkianos laberintos de la justicia de Guatemala. | AGV | DCA |
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Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica (AFEHC). Marzo de 2010. |
Guatemala: del genocidio al feminicidio Reseña de este número 5 de los Cuadernos del presente imperfecto, de Victoria Sanford, con valiosos aportes bibliográficos y críticos de las dos autoras, especialistas del tema. 1 Victoria Sanford, profesora de antropología de la CUNY en Estados Unidos, presidenta del comité de derechos humanos de la Asociación Americana de Antropología, presenta en esta concisa monografía algunos elementos sobre el tema de los feminicidios a partir de un análisis de la impunidad en el aparato de justicia en Guatemala, uno de los países más violentos del mundo1. 2 Los primeros dos capítulos presentan el marco general de los homicidios en Guatemala en los años 2000, años de “post conflicto”. Los más de 20 000 asesinatos ocurridos entre 2000 y 2005 sugieren que la “paz” genera más pérdidas en vidas humanas que los años de la guerra declarada. Los indicadores muestran que, si bien las víctimas de homicidios son, en una mayoría aplastante, hombres, los niveles de homicidios de mujeres han aumentado de manera regular en los años 2000. 3 La intención de la autora es discutir la explicación usual de esta situación. En efecto, si las personas asesinadas ostentan ciertas características comunes (tipo de vestimenta, marcas corporales como tatuajes, juventud) su muerte es presentada como resultado de ajustes entre pandillas, crímenes hacia prostitutas y crímenes comunes, minimizándose así la responsabilidad política del gobierno. Sin embargo, con base en los hallazgos de los peritos en criminalística, Sandford evidencia que el aumento de los homicidios demuestra la existencia de formas de limpieza social. 4 En este punto, la autora intenta caracterizar la “matanza institucionalizada de mujeres”, según la definición que propone del feminicidio, objetivo central de su trabajo. Para responder a la pregunta (¿Existe una práctica de matanza institucionalizada de mujeres? ¿Cuál es la particularidad de los feminicidios?), acompaña al padre de Claudina I. Velásquez, que no acepta las lacónicas respuestas de los funcionarios del sistema judicial guatemalteco y decide dedicarse de tiempo completo a indagar por los hechos. A su lado y con las herramientas etnográficas, la autora va tomando atenta nota de las diferentes etapas del proceso. 5 Comienza entonces una travesía por el sistema penal y judicial guatemalteco: pacientemente, Sanford documenta la pésima forma de recoger las evidencias, el manejo superficial de las pruebas, las inconsistencias entre los diferentes organismos, las amenazas abiertas o veladas a los parientes de las víctimas por parte de funcionarios, las imputaciones de tipo moral para descalificar cualquier intento de esclarecer el crimen. Por cierto, siendo la víctima de clase media y de familia creyente, su caso fue mediatizado y su padre encontró cierta simpatía en la opinión, a pesar de que ella usaba “piercing” y llevaba “sandalias”. ¡Ay de ella si hubiera sido pobre, indígena o trabajadora del sexo! 6 Buscando una respuesta a los crímenes específicos hacia mujeres, la autora esboza el día a día de la impunidad. Éste es el principal valor del libro: pese a las limitaciones de la encuesta (se le prohibió acompañar al padre de la víctima a partir de cierto momento), la autora logra introducirse en las entrañas del sistema judicial guatemalteco y documentar las capas sucesivas de inepcia, mala voluntad, incompetencia, prejuicios… que se traducirán en impunidad. Sobre todo, su investigación etnográfica muestra que, si bien uno de los motivos para menospreciar este asesinato lo refuerza la condición de mujer de la víctima, la dimensión central de la impunidad reside en que amplios sectores de la sociedad guatemalteca consideran que hay “nadies” que pueden ser asesinadas. 7 Así, aunque la autora enfoca su mirada hacia los feminicidios, situando estos asesinatos en un contexto social y jurídico sexista y en una sociedad misógina (recuerda por ejemplo la legislación complaciente con los abusadores sexuales hasta hace pocos años), su trabajo de campo muestra que la ideología y la práctica de la “limpieza social” son el factor explicativo de mayor relieve para dar cuenta de los fenómenos que observa. Incluso, afirma que al culpar a las “pandillas” de los asesinatos de mujeres, las autoridades “justifican” la “limpieza” en contra de la juventud, a la vez que legitiman el despliegue policíaco y militar, y el mantenimiento permanente de las mujeres adultas en posición de inferiores y menores: “A mi hermana ni a la tienda sin permiso; no vamos a dejar que nada le pase”, dice un informante. 8 Pero ¿qué es, precisamente, la ideología de la “limpieza social”? ¿Por qué persiste? Contestar estas preguntas no era, ciertamente, el objetivo del libro, pero son temas que deben ser formulados para entender mejor la forma en que sociedades como la guatemalteca –la salvadoreña, la colombiana, la hondureña, la mexicana- viven y reproducen la violencia. 9 La autora indica algunas pistas: recuerda que el tema de la “Mano dura” formaba parte de los temas de la campaña electoral, aún recientemente, y que según los códigos locales esto significa legitimar la limpieza social. Recuerda asimismo que existe un precedente muy reciente de alta dosis de impunidad legal. Los torturadores y genocidas durante la guerra, los responsables de las violaciones a los derechos humanos (militares en un 93%, según la Comisión de Esclarecimiento Histórico) obtuvieron la impunidad judicial. Resulta por lo tanto muy importante profundizar en las correspondencias que existen entre la impunidad judicial, la impunidad política y la impunidad social. 10 Al terminar el libro, no queda del todo claro si podemos hablar, en Guatemala, de feminicidios, o más bien dicho, qué tan excepcionales son en una situación de impunidad y de violencia espeluznantes, secuelas de la impunidad durante la guerra y ejemplo tajante del cinismo del gobierno y de los “poderes paralelos” a quienes les conviene mantener un clima de terror para desviar la atención de la población de los problemas económicos y de la corrupción. 11 Entonces, para seguir las pistas abiertas por Sanford, y para completar la bibliografía que ofrece, sugerimos que se revisen los trabajos de Yolanda Aguilar y Amandine Fulchiron del 20052, así como el de CALDH, que precisamente intenta caracterizar estos asesinatos como feminicidios3 y ubicarlos en la continuidad de la violencia sexual contra las mujeres durante la guerra, la cual, de hecho, ha sido bastante ocultada4. Y para quienes quieran contrastar la situación de Guatemala con lo que pasa en el vecino Chiapas, la reciente investigación coordinada por Mercedes Olivera será de mucho interés5. Finalmente, una reflexión muy estimulante sobre el carácter neoliberal de los feminicidios viene de la antropóloga argentina radicada en Brasil, Rita Laura Segato6. Por no decir nada sobre Juárez, donde a la par de la persistente impunidad, se siguen publicando muchos análisis y sobre todo, se desarrolla una lucha colectiva y muy valiente por parte de los familiares de las mujeres asesinadas y desaparecidas, en alianza con el movimiento feminista, que fue el primero en subrayar las dimensiones eminentemente sexuadas de la “violencia” que junto a la miseria neoliberal y a la impunidad de post-guerra, tristemente florece en la mayor parte del continente. 12 Jules FALQUET , Maîtresse de conférences en sociologie, Université Paris 7-Denis Diderot, équipe CEDREF 13 Olga L. GONZÁLEZ , Docteure en sociologie de l’EHESS de Paris, équipe Urmis – Université Diderot Paris VII Notas de pie de página 14 1 La Policía Nacional Civil de Guatemala estima que 1.5 millones de armas circulan ilegalmente en el país, lo que contribuye a un promedio de 48 homicidios por cada 100 mil habitantes (AFP, 26 de diciembre de 2009). 15 2 Yolanda Aguilar, Amandina Fulchiron, “El carácter sexual de la cultura de violencia contra las mujeres”, Las violencias en Guatemala. Algunas perspectivas (Guatemala : Unesco, 2005). 16 3 Centro de acción legal por la defensa de los derechos humanos, Los asesinatos de mujeres: una expresión del feminicidio en Guatemala (Ciudad Guatemala: Caldh, 2005). 17 4 Laura Montes, La violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado: un crimen silenciado (Guatemala: CALDH con el apoyo de Hivos y PCS, 2006). 18 5 Mercedes Olivera (coord.) Violencia feminicida en Chiapas. Razones visibles y ocultas de nuestras luchas, resistencias y rebeldías (San Cristobal de Las Casas : Unicah, Colección Selva Negra, 2008). 19 6 Rita Laura Segato, Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (en línea: http://www.terrelibere.org, 2005). |
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