Diario de Centro América / Nacional. Guatemala, jueves 15 de enero de 2009. |
EL POPOL WUJ DE SAM COLOP
Por: Miguel Ángel Sandoval
La lectura de este texto, con forma y ritmo poético, debería ser automática en nuestras escuelas y universidades. No se trata de una traducción más.
El miércoles 19 de noviembre se presentó en el salón municipal de San Lucas Sacatepéquez la versión del Popol Wuj traducido del quiché, con notas aclaratorias, por Luis Enrique Sam Colop. El texto, del cual existen varias versiones, es ahora traducido del manuscrito original (que es la versión de Fray Francisco Ximénez) del texto original quiché. Esta nueva traducción revive el lenguaje poético del texto antiguo de los Quichés. Sin duda es un acontecimiento el que vivimos en San Lucas. Como dice en la contraportada de la edición, “Por fin, después de trescientos años, ya contamos con un nuevo traductor del Popol Vuj hablante y escritor de la lengua kiche” como lo dice Denis Tedlock, estudioso de la obra.
La obra de Sam Colop, lingüista y escritor, fue comentada de manera magistral por Francisco Pérez de Antón y Humberto Ak’abal, quien lo que efectivamente hizo fue la lectura de dos fragmentos del libro tanto en la versión Quiche de Sam Colop, como en la versión en español del mismo autor. Quiero destacar algo que comentaba Pérez de Antón, un escritor estudioso del Popol Wuj, quien me decía que la versión presentada ahora por Luis Enrique Sam Colop, podría ser considerada la versión definitiva, pues la misma fue realizada utilizando el original conocido, la finura poética de un lingüista, varios años de estudio, y el apoyo de unas cuatrocientas citas a lo largo del texto, aclarando partes que aún presentaban alguna dificultad en la comprensión del texto.
Así, los antiguos no vinieron del otro lado del mar, sino que del lado del mar. Con ello se aclara un punto central. Solo esta nota valdría para justificar la nueva traducción.
Es sin duda un acontecimiento intelectual en donde hay elementos que es necesario destacar. Se hizo en un municipio maya, la edición es de Cholsamaj, editorial que se especializa en presentar textos vinculados con las preocupaciones de los pueblos indígenas, se contó con la presencia de la Premio Nobel de la Paz, de origen quiché, y se leyó partes del texto por un poeta universalmente conocido, de origen quiché. La lectura de este texto, con forma y ritmo poético, debería ser automática en nuestras escuelas y universidades, y las autoridades de floricultura, por cierto ausentes en este acto, bien harían en recomendar su uso en todos los ámbitos en donde trabajan.
No se trata de una traducción más. Se trata de una versión, como lo advierte uno de los mayores estudiosos de la cultura maya Robert Carmack, que es la que hacía falta. Es como ya decía, la traducción
que esperamos tantos años.
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Diario de Centro América / Nacional. Guatemala, jueves 15 de enero de 2009.
"Sólo espero haber puesto las palabras adecuadas en su lugar" |
Enrique Sam Colop, lingüista y escritor Maya-k´iche´
Por: Agustín Ortiz
Durante tres siglos se han repetido imprecisiones en la traducción del Popol Wuj, Sam Colop no sólo los rectifica, sino rescata la sustancia de la historia del pueblo Maya alterada por esos errores.
“Que todos se levanten, que nadie se quede atrás...” Más de una organización social, indígena o campesina, hasta el gobierno de turno, ha utilizado alguna vez esta frase tomada del Popol Wuj, para abanderar movilizaciones o discursos en son de un llamamiento de paz. Lo que casi nadie sabía hasta ahora, era que esta evocación repetida por más de 300 años, no es sino en realidad un llamado de guerra.
En la siguiente entrevista, Sam Colop, quien desde hace 25 años se dedica al estudio del idioma y la literatura maya, nos cuenta de su versión del Popol Wuj traducida al español, presentada recientemente y que ha sido considerada “la más fidedigna” de las traducciones realizadas hasta ahora.
¿Qué importancia tiene para nuestros tiempos esta traducción del Popol Wuj, sobre todo que viene de un maya-hablante?
Esta traducción no está pensada en circunstancias actuales, si no en el manuscrito en sí. Un documento de esta trascendencia ha sido traducido en distintos idiomas y como lo presenté en versión poética k'iche' en 1999, ahora lo hice en su versión en español. La diferencia que hay con relación a otros traductores, incluyendo a don Patricio Xec, y Dora Burgess (1955) y don Adrián Chávez (1978), es que obtuve acceso a diccionarios que ellos no tuvieron a su disposición.
¿Qué relación tienen la versión poética k´iche´ y la traducción al español?
La versión poética k'iche' tuvo el objetivo de acercar a los lectores de ese idioma al texto original, pero no creo que eso se haya logrado porque los wachalales (hermanos) k'iche's prefieren leer resúmenes o breviarios en español. Esta traducción en español logró su fundamento en aquella versión que a la vez tuvo que ser corregida en su forma poética que espero algún día y más de una editorial, se anime a publicarla en conjunto k'iche'-español.
¿Asume que su traducción del Popol Wuj “no es una más de tantas que hay, sino acaso la versión definitiva”, como se ha dicho?
Eso mejor que lo diga algún lector que haya leído distintas versiones anteriores en español y no yo. Lo que sí puedo asegurar es que la traducción en español de Adrián Recinos (1947) ha sido difícilmente superada, excepto por las de Munro Edmonson en inglés (1971) y (Dennis) Tedlock (1996). Mi contribución consiste en aclarar imprecisiones, como el asunto de la orilla del mar en lugar el otro lado del mar, el llamado de guerra en lugar de paz que se ha asumido por mucho tiempo.
¿Estamos ante la traducción “más fidedigna” hasta ahora del texto original k´iche´?
Yo no he dicho que sea más fidedigna, sólo he expresado que me basé en la copia del manuscrito del siglo XVIII, de Francisco Ximénez que se encuentra en la Newberry Library de Chicago y de ahí tomé palabra por palabra, frase por frase en k'iche' para traducirla al español. Para mí también fueron reveladoras varias frases mal traducidas anteriormente, como el asunto de la tortuga en lugar de chilacayote; el tema mal traducido de las prostitutas cuando lo que los pueblos querían era que los dioses cayeran en tentación.
Su versión del Popol Wuj llega 300 años después de la primera traducción realizada por Ximenez, quien transcribió el manuscrito k´iche´, y se basa en el texto original...
En 1955 don Patricio Xec junto doña Dora Burgess publicaron su versión titulada como ahora yo lo he hecho y en 1978 don Adrián Chávez; éstas me han servido de mucho y no invento el agua azucarada, sólo espero haber puesto las palabras adecuadas en su lugar.
Del Popol Wuj se ha dicho que es “ El Libro Sagrado de los K´iche´s”, “la Biblia Maya”, ¿en realidad, qué es el Popol Wuj?
Es el único libro escrito sobre la cosmogonía maya y no por ser único es el mejor. Ocurre que como todas las culturas del mundo, tienen algo que decir y eso es lo que se escribió en este texto. Para saber lo que no conocemos, sugiero leerlo y para que no se crea que se está promocionando mi versión, léase también a Recinos.
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elPeriódico / elAcordeón. Guatemala, domingo 15 de febrero de 2009. |
La nueva traducción del Popol Wuj
La nueva traducción del Popol Wuj
Por: Francisco Pérez de Antón
Escritor y lingüista, Sam Colop empleó 5 años de su vida en elaborar con acuciosidad una nueva traducción del Popol Wuj, a partir del original que se encuentra en la Newberry Library de Chicago. Colop aventaja a los traductores anteriores en tener la lengua quiché por lengua materna y por rescatar como nadie el sustrato poético del libro. El resultado de este trabajo acaba de ser publicado por la editorial Cholsamaj y aquí presentamos el texto que el escritor Francisco Pérez de Antón leyó durante la presentación del mismo.
Suele ser habitual que cuando el presentador de un libro se dirige a la audiencia diga que se sienta honrado de comentar al público la nueva obra. Y de tanto repetirlo, la fórmula se ha ido volviendo un tópico.
No obstante, yo estoy obligado a utilizarlo esta noche, pues en verdad siento que es un privilegio presentar esta nueva edición del Popol Wuj, la obra más sustantiva y trascendental de la literatura precolombina en el continente americano. Y el motivo se debe a que no estamos ante una traducción más, sino acaso ante la definitiva, merced al extraordinario trabajo de un lingüista con el talento, el saber y la dedicación del doctor Luis Enrique Sam Colop.
Pero antes de presentarles su trabajo y hacer glosa de sus méritos, permítanme contarles una anécdota sobre traducciones y traductores.
Siempre me había extrañado que Moisés tuviera cuernos, dicho sea con perdón. Y no por los motivos que uno podría suponer, sino porque desde niño nadie me supo dar razón de esas extrañas protuberancias que le salían de la cabeza al célebre dirigente hebreo y que hacían de él algo parecido a un sátiro de los cuentos de hadas, de esos que habitan en los bosques y corren detrás de las ninfas con intenciones poco santas. La imaginación de los niños, ya se sabe, es así.
Pero había una buena razón para que Moisés tuviese esos apéndices, tal y como pueden observarse en la célebre escultura de Miguel Ángel y en una pintura de Rembrandt. Y esa razón no era de naturaleza teológica, sino lingüística o filológica, debido a una mala traducción del llamado Libro de los Libros.
Resulta que la única Biblia que estos dos grandes artistas, Miguel Ángel y Rembrandt, conocían era la traducida al latín por San Jerónimo, un texto bastante descuidado y deficiente, pero que la Iglesia se resistía a revisar para no tener que dar las explicaciones que una edición revisada exigía. Y entre otros muchos errores de traducción, había un patinazo de San Jerónimo, en el pasaje del Éxodo en que Moisés desciende del Sinaí con el rostro resplandeciente, y que no se enmendaría hasta hace muy poco.
Me explico. Debido a la ausencia de vocales en la lengua hebrea, la palabra qrn lo mismo puede significar qaran (estar radiante) que qeren (llevar cuernos). San Jerónimo usó la segunda opción y otro tanto hizo Lutero al traducirla al alemán De ahí que, hasta principios del siglo XX, se usara una interpretación errónea del pasaje y que el Moisés de estos dos grandes artistas que fueron Miguel Angel y Rembrandt llegara hasta nuestros días cornúpeta o cornudo o cachudo, como cualquiera puede comprobar si examina las obras de estos dos grandes artistas..
Shock cultural
Con el Popol Wuj, un texto al que se le ha atribuido en ocasiones el nombre de Biblia maya-quiché, ha sucedido otro tanto con numerosas expresiones, vocablos y giros que han distorsionado el sentido del texto original. Y puedo dar fe de lo que digo, aunque no conozca ni hable la lengua quiché.
Durante el tiempo que invertí en estudiar el Popol Wuj, sin otro afán que el de entenderlo, consulté no menos de 7 versiones de la obra. Y en todas ellas había sensibles diferencias de traducción, tanto de bulto como en sutilezas que alteraban por completo el sentido, no ya de una frase o un párrafo, sino en algunos casos del contenido y la sustancia de la historia antigua de Guatemala.
El doctor Sam Colop, que además de lingüista es escritor, conocía este problema y ha empleado 5 años de su vida en traducir con acuciosidad rayana en la obsesión esta joya de la literatura, la mitologíaa y la historia prehispánicas. Y no lo ha hecho a partir de copias o textos de segunda mano, sino del original que se encuentra en la Newberry Library de Chicago.
El doctor Sam Colop aventaja a los traductores anteriores en tener la lengua quiché por lengua materna, lleva más de 25 años dedicado al estudio de la poesía maya y, por si eso no fuera bastante, ha mantenido consultas permanentes con destacados especialistas de las culturas precolombinas de Guatemala, como Robert Carmack, Chirstopher Lutz y Dennis Tedlock. De ahí que me haya atrevido a calificar de definitiva esta versión que su autor nos ofrece en esta fecha.
También he dicho que me consta la acuciosidad de su trabajo. Soy también testigo de ello, así como del acerbo cultural del doctor Sam Colop y de su precisión a la hora de traducir al español lo que para mí fue durante años un texto difícil y oscuro que no alcanzaba a entender, debido fundamentalmente al shock cultural que me causó en su primera lectura y a mi incompetencia para interpretar los mitos que lo articulaban.
Y entre las graves dudas que yo tenía sobre algunos pasajes de la obra, había una que el doctor Sam Colop me ayudó a dilucidar y que me parece oportuno referir en esta ocasión. Se trata de un error de traducción que se ha venido repitiendo en versiones previas del libro y cuya trascendencia histórico-cultural ha sido entre nosotros bastante mayor que la de los cuernos de Moisés.
A fin de cuentas, unos cuernos son sólo un adorno, un mal adorno, es verdad, pero que no afecta la sustancia del relato bíblico. En cambio el error de traducción que voy a referirles, sí afectó severamente los orígenes históricos del pueblo maya-quiché y de Guatemala en general por muchos años.
Del mar
El desliz se encuentra en la primera página del Popol Wuj, donde el amanuense o escriba maya-quiché se refiere a la venida a de las trece tribus o clanes, como yo prefiero llamarlos, que repoblaron hacia el siglo X de nuestra era el Altiplano de Guatemala, una migración masiva que describe el Memorial de Sololá, no menor a la del Éxodo hebreo, e integrada por k’ich’es, cakchiqueles, tz’utuhiles, tzotziles, rabinales, akahales, tucurúes y seis más.
El Popol Wuj responde, a mi juicio, entre otras muchas cosas, a inquietudes y preguntas tan elementales como quién somos, de dónde venimos y a dónde vamos después de morir. Y entre estas preguntas hay una, (de dónde venimos), a la que los diversos traductores del texto original darían una respuesta bastante peregrina que confunde por completo al lector que se acerca por primera vez al texto.
Lo más curioso de todo es que las versiones coinciden en su mayoría. Recinos, por ejemplo, traduce que los clanes vinieron: “del otro lado del mar”. La versión de Estrada Monroy afirma: “este libro sabemos que llegó de la otra parte del mar”. En la versión de Villacorta se lee “visión clara venida de la otra parte del mar”. Y la traducción de Miguel Ángel Asturias y González de Mendoza se refiere a “la llegada de ultramar” por parte de las tribus o clanes toltecas.
Otras versiones del libro dicen algo semejante, quizás influidas por la idea de que los pobladores y conquistadores del Altiplano de Guatemala habían venido del otro lado del Océano, opinión planteada por el primer traductor al español del texto, el dominico Francisco Ximénez, quien estaba convencido de que los indígenas del Altiplano de Guatemala eran descendientes de una de las tribus israelitas que seguían a Moisés, la cual se perdió en el Sinaí durante el éxodo hebreo. Esta tribu habría cruzado el Atlántico antes de 1492, según Ximénez, y se habría establecido en estas tierras. Y hoy es el día en que tal error se mantiene debido, en opinión de Carmack, al deseo de “cristianizar” este originalísimo texto prehispánico.
Para un hombre que no ha conocido otra explicación del origen del Universo que el que proporciona la cultura cristiana, el Popol Wuj no es sólo un texto inquietante, sino un shock cultural del que es difícil sobreponerse. Y eso fue lo que me ocurrió a mi en su día, hace 45 años, cuando lo leí por primera vez. La semejanza de algunas creencias cristianas, como el origen del mundo o la divinidad de Cristo, con los mitos de una cultura tan distinta como la maya-quiché, me planteó un grave conflicto espiritual, primero, y una terrible confusión, más tarde, de la que sólo pude librarme dedicando muchas horas a estudiar mitologías de los orígenes.
El motivo se debía a mi arraigado catolicismo y a la imposibilidad de contemplar otra vía de concebir los orígenes del hombre y el mundo que no fuera el del Génesis. Y sólo mi terquedad por poner en duda mis certezas me condujo a entender muchas cosas. Una fue el por qué el positivismo, la filosofía y el laicismo del siglo XIX llegaron a la conclusión de que las creencias que los cristianos mantienen como misterios o verdades incuestionables son sólo mitos o fábulas elevadas a la categoría de fuero religioso. La otra, que esta afirmación, ofensiva para el cristiano, como puede suponerse, no lo es menos para el hombre o la mujer de cultura maya-quiché cuando se le dice que sus creencias son puros mitos, opinión iniciada por Francisco Ximénez, el primer traductor del Popol Wuj y mantenida durante siglos por la Iglesia católica.
Esta reflexión, que sé bien puede levantar ampollas teológicas, me parece importante hacerla, pues la imprecisión o error del Popol Wuj que acabo de señalar sobre los orígenes de los pueblos del Altiplano de Guatemala, se convirtió con los siglos en una intencionada distorsión de la historia que nadie se atrevía a rectificar para no tener problemas con la Inquisición, por la misma razón que ni Miguel Ángel ni Rembrandt se atrevieron a quitarle al bueno de Moisés los cuernos,
Y así vino a suceder que el Popol Wuj pasó a ser durante siglos una obra descalificada y relegada a un segundo plano por tratarse de un suma de “vicios y desviaciones de los misterios cristianos”, como escribió Ximénez, quien, como tantos otros, pensaron que cristianizando el Popol Wuj se evitaba que la cosmovisión maya-quiché compitiera con la cristiana e impidiera que la nueva fe se impusiera sobre la que se guardaba en estas tierras.
Traduttore, traditore
Pero voy con el mencionado error de traducción.
¿Cuál era la explicación, me preguntaba yo, de esa “venida del otro lado del mar”, como decían las traducciones anteriores del Popol Wuj, y que me tenía perplejo?
Los clanes toltecas procedían, según sabemos, del Noroeste de México. Pero los textos de aquella gran marcha, de aquella migración masiva, no hablan de un viaje marítimo.
¿De qué litoral procedían entonces? ¿Cruzaron realmente el mar? ¿Desde Europa? ¿Desde Asia? ¿O ese mar era sólo una ensenada que, por sus grandes dimensiones, pudiera haberles parecido el océano? ¿Se referían a la Laguna de Términos, en el actual estado mexicano de Campeche, o a alguna entrada de agua, de las muchas existentes en esa zona del Golfo de México? Y si no habían cruzado el océano, ¿qué significado podía tener esa enigmática frase, según la cual los clanes toltecas venían “del otro lado del mar”?
No creo en los milagros, ni en interpretaciones miríficas y rocambolescas, como la que dio Ximénez al origen de los pueblos del Altiplano de Guatemala, pero tampoco era capaz de salir del laberinto en el que me había metido con el propósito de dilucidar este y otros pasajes del Popol Wuj.
Ignoraba yo que la respuesta estaba en la traducción y en la lingüística... y en el saber del doctor Sam Colop.
Un día le pregunté si las traducciones previas del Popol Wuj habían vertido defectuosamente al castellano la expresión “del otro lado del mar” y si la palabra mar, en la lengua k’iché, quería decir algo distinto a lo que la palabra mar implica en español, o si podía tener un significado distinto, como por ejemplo, masa o extensión de agua, y no océano.
La respuesta textual del doctor Sam Colop fue reveladora. El texto k’iche’, me dijo, habla de “el lado del mar” no “del otro lado del mar”. Y esta, cuando menos para mí, luminosa aclaración me permitió finalmente entender cómo fue el éxodo de los clanes toltecas hasta la tierra prometida por su oráculo.
Hoy sabemos que bajaron por la Costa del Golfo de México hasta la Laguna de Términos y que desde allí emprendieron el ascenso a Guatemala siguiendo las cuencas de los ríos Usumacinta y Grijalva hasta las alturas de Tacaná y las Verapaces. De resultas, la traducción más lógica de esa misteriosa frase del Popol Wuj que tanto ha confundido a los investigadores, debería referirse, no a los clanes que vinieron “del otro lado del mar”, sino “de la orilla del mar”, como ha traducido finalmente el doctor Sam Colop.
Tal es el enigma que se escondía en la primera página del Popol Wuj, merced a una mala traducción, y que esta nueva versión de la obra aclara hoy a sus lectores. Y me he atrevido a contarlo porque es un ejemplo que conozco bien. Por esto las traducciones previas de la obra tenían otros defectos y errores que el doctor Sam Colop ha venido a corregir ahora. Traduttore, traditore, dice el proverbio italiano (traductor, traidor), una maldición que pende sobre toda persona que se atreve a verter un texto escrito en un idioma a otro, sin tener los conocimientos lingüísticos y filológicos necesarios para atacar tal empresa.
Escuchar la poesía
Mi comentario a este Popol Wuj, por tanto, quedaría incompleto si no me refiriera, además de sus vericuetos históricos, a su aspecto literario. Y la razón estriba en que su traducción ha sido hecha, no sólo por un lingüista, sino por una persona interesada y especializada en el verso maya-quiché, virtud que sin duda permitirá al lector “escuchar” el ritmo del texto original y aproximarlo a su musicalidad nativa.
Me refiero a ese tono de salterio bíblico tan común en la literatura precolombina de Mesoamérica, a ese ritmo del libro de los Salmos que sitúa al amanuense original del Popol Wuj (o quizás deba decir al cantor) a la altura lírica de otros grandes poetas en otras lenguas y que nos revela que el arte literario es uno solo.
Pondré algunos ejemplos de esta cadencia y esta musicalidad del texto.
El primero tiene que ver con la creación del mundo. Y he aquí la traducción del doctor Sam Colop:
Todo está en suspenso,
todo está en reposo
en sosiego,
todo está en silencio,
todo está en murmullo
está vacía la bóveda del cielo
Esta figura literaria, en la que tiene lugar esa repetición de palabras dentro del poema, concatena y matiza la composición literaria y la dota de una intensa emoción y de una gran fuerza expresiva, debidas al ritmo que crea la insistencia.
Véase este otro ejemplo:
No había movimiento,
nada ocurría en el cielo.
No había nada que estuviese levantado,
sólo agua reposada,
sólo el mar apacible,
sólo reposaba la soledad.
Los poetas de todos los tiempos han utilizado con frecuencia el recurso de la anáfora, pues tal es el nombre de esta figura retórica, y de entre ellos, a modo de paralelismo, extraigo estos versos de Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura, en los que también una soledad cercana a la que describe el Popol Wuj se utiliza como recurso reiterativo para provocar una intensa emoción en el lector:
¿Soledad, y está el pájaro en el árbol?
¿Soledad, y está el agua en las orillas?
¿Soledad, y está el mundo con nosotros?
¿Soledad, y estás tú conmigo, solos?
Lo que indica que los ritmos y las figuras poéticas están dentro de nosotros, del ser humano de todas las culturas y los tiempos, no importando cuál sea la lengua en que se escriban. Y es una fortuna, como digo, que el doctor Sam Colop sea lingüista y escritor, pues eso le ha permitido verter al español una versión del Popol Wuj no sólo renovada y precisa, sino enriquecida con su métrica y sus ritmos originales.
Libro iniciático
Diré más. El Popol Wuj rebasa los usuales apelativos de libro sagrado o abuelo de la historia nacional de Guatemala. A mi juicio, es difícil no ver en el Popol Wuj, además de una etnografía mitificada, un libro iniciático y educativo repleto de enseñanzas de toda índole.
Cada cultura tiene sus imágenes privativas/, sus símbolos inconfundibles/, sus héroes peculiares/ y sus monstruos característicos. Pero detrás de esas particularidades palpitan los mismos sueños/, los mismos temores/, las mismas necesidades espirituales y síquicas de todo ser humano/, cualesquiera que hayan sido su patria, su lengua o su linaje. De ahí que no quiera concluir mis palabras sin hacer una invocación que me parece oportuna e importante.
Los mitos, como los héroes, no son inventos inútiles ni creaciones sin propósito, sino historias con mensajes válidos para las diferentes etapas de nuestra vida y los papeles que jugamos en cada una de ellas. Los héroes como Hunahpú e Ixbalanqué, y los mitos, como la victoria contra los señores de Xibalbá, no se fabrican. Son productos espontáneos de la sique y modelos de conducta que nos ayudan a enfrentar la vida/, a ser mejores personas/, a alcanzar el éxito o la felicidad/ y a servir a la mente infante de ejemplo para entender el mundo y empezar a relacionarse con él. Pues los mitos no son otra cosa que una dramatización simbólica de los problemas eternos del hombre.
El Popol Wuj, la obra más coherente y significativa de la mitología y la literatura prehispánicas, entra de lleno en este tipo de función cultural. Y cuando es leído con esta perspectiva, se nos revela como un manual educativo de primer orden que elucida las preguntas claves de la existencia.
He sostenido y sostengo que la singularidad del Popol Wuj reside en su ecumenismo y en que sus personajes y sus mitos concuerdan con el contenido universal y moral de la naturaleza humana que todas las culturas buscan difundir entre sus miembros más jóvenes.
Por todo ello es importantísimo que este texto se divulgue entre el público, se glose a los maestros y se les explique a los niños. Pues las verdades que encierran sus fábulas, así como la sencillez con que iluminan y enseñan las diferentes etapas de la experiencia humana, constituyen, a mi modo de ver, un libreto elemental de toda iniciación a la vida.
Sólo me resta dar la bienvenida a esta brillante traducción y edición del Popol Wuj y extender mi más cordial y efusiva felicitación a un hombre que, como el doctor Sam Colop, ha dedicado a ella su sabiduría, su arte y un esfuerzo digno del mayor encomio.
*Los subtitulares son de la redacción de este suplemento.
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Diario de Centro América / Nacional. Pags. 1, 4-5, Guatemala, viernes 17 de abril de 2009.
Entrevista
Sam Colop:
Los hallazgos del escritor
relativos a la versificación y
clarificación del Popol Wuj no
dejan de provocar asombro.
El Popol Wuj, además de ser un libro mitológico-
histórico tiene un lugar privilegiado
entre las grandes creaciones literarias.
Las traducciones han sido muchas y a pesar
de que se ha reconocido que posee
un aspecto poético, pocas han atendido
esta parte: la mayoría se ha enfocado más
en el contenido. Para recuperar el sustrato
poético en la traducción del “libro del
consejo” Sam Colop, además de recurrir
a un largo proceso de comprensión en la
poética maya y analizar la estructura del
texto, tuvo que sumergirse en el estudio
de versiones anteriores cuyos traductores
repetían algunas inconsistencias e inexactitudes
de interpretación. |
La nueva traducción del Popol Wuj
Luis Enrique Sam Colop, escritor y lingüista
Por: Nora Martínez
Sam Colop es hablante y escritor
K’iche’ y sus hallazgos relativos
a la versificación y clarificación no
dejan de provocar asombro porque
logra transmitir el tono, el ritmo, el
movimiento y el sentido de la lengua
original de la obra. Además explica
giros lingüísticos, metáforas y pasajes
relacionados con la tradición oral.
La siguiente entrevista aborda este
proceso de traducción al español que
hacía falta y que le tomó cinco años
de trabajo.
¿Por qué la necesidad de revisar la
traducción del Popol Wuj?
Para comenzar, el documento lo
transcribió (Francisco) Ximénez
en 1701-1703 de un documento de
1554-58–conforme a Recinos—. Lo
escribieron tres Nim Ch’okoj quienes
se identifican en la última página del
libro: uno del linaje de los Kaweq, otro
del linaje de los Nija’ib y otro de los
Ajaw K’iche’ identificándose como
“maestros de la palabra”. Al principio
se aclara que quien interpreta el
libro ya no lo puede ver, realmente
ellos están tratando de ocultar su
identidad y al final identifican sus
orígenes. Esos Nim Ch’okoj eran
maestros diestros en la palabra que
aprendían un discurso oral poético.
El Popol Wuj está escrito en esos términos,
pero Ximénez lo transcribió
todo en prosa, no se dio cuenta de lo
poético del texto. Lo transcribió en
su mejor saber y entender, no hizo
mal trabajo, porque todavía eso se
puede rescatar dentro del documento.
Uno de los Nim Ch’okoj, propone
un traductor del manuscrito, es de
Totonicapán, otro seguramente era
de Santa Cruz del Quiché o de Utatlán
y el tercero probablemente era de
Chichicastenango ¿Cómo se sabe?
porque hay palabras en kaqchikel en
el documento, esto la gran mayoría
de traductores no lo notaron.
En cuanto al lenguaje poético en
que está escrito el libro, (Munro S.)
Edmonson en 1971 lo tradujo todo
en verso paralelo de dos líneas.
Creo que hizo un buen trabajo en
ese sentido, pero el verso paralelo
no es sólo de dos líneas sino que hay
de tres y cuatro líneas. Dentro de la
gramática misma de la versificación
hay normativas, por ejemplo, en un
verso paralelo de cuatro líneas, la
tercera o cuarta rompe el paradigma
para dar fluidez a la narración
y luego pasa a la prosa. Combina
prosa y verso. También hay verso
paralelo dentro de verso paralelo.
Eso, en mi caso, me ha llevado cierto
tiempo para entenderlo. Edmonson
en 1971 pensó que todo era igual, de
dos en dos líneas. (Dennis) Tedlock
en 1996 se da cuenta de que no sólo
hay verso de dos líneas, él combina
verso paralelo y prosa. Realmente
soy del criterio de que no es por
capricho, sino porque así lo exige
la versificación.
No es la primera vez que usted
aborda el texto del Popol Wuj...
Hice una versión de cuentos para niños
en k’iche’. Son trece cuentos extraídos
del Popol Wuj. Una editorial está interesada
en publicar la versión en español.
Se hizo la validación de ese libro
en k’iche’ en el área tz’utujil y mam.
Yo no soy pedagogo, no sé a qué edad
se aplican estas lecturas. En este caso,
se aplicó a niños de segundo, tercero y
cuarto año de primaria y el resultado
fue que a los de tercero les encantó.
También está la versión poética del
documento completo en k’iche’ que se
publicó en 1999. Cuando fui a cotejar
el documento con el de Ximénez en
Chicago, hice varias correcciones en
la versión en español, pero aproveché
a comparar también el documento en
k’iche’ con el original.
¿Qué razones lo empujaron a
trabajar en el documento más a
fondo?
El tema de la poética no había sido
estudiado localmente. El libro había
sido visto desde el punto de vista
mitológico e histórico pero el lenguaje
en que había sido escrito había
pasado inadvertido. Se oye y se siente
el ritmo. No demerito el trabajo de
(Adrián) Recinos. Hizo un buen trabajo,
pero tiene ciertas imprecisiones.
Y no sólo él, casi todos las repiten, con
excepción de Edmonson y Tedlock.
Una se refiere al origen, se tradujo
“del otro lado del mar” y no “del lado
del mar” o como lo traduje por claridad:
“de la orilla del mar”. Eso sucedió
porque la idea de los que tradujeron
el libro es que nosotros veníamos de
una de las tribus perdidas de Israel.
¿Cuánto tiempo le ha tomado todo
este proceso de interpretación y
traducción?
Sólo la traducción del documento
en español tomó cinco años. Tuve el
apoyo de la Fundación Guggenheim
de Nueva York. Luego conseguí el
apoyo de la Newberry Library en
Chicago para cotejar el documento,
con una beca entre 2004 y 2005. Tuve
el documento de Ximénez a mi disposición
desde las 10 de la mañana a las
5 de la tarde. Era apasionante tener la
única copia antigua existente en las
manos. Algunos creen que el original
está en Chichicastenango pero yo no
lo creo, porque el Título K’oyoy, escrito
más o menos en la misma época y
que está bajo cuidado de una biblioteca
de la Universidad de Princeton, está
casi ilegible, son pedazos de páginas
conservados con el máximo cuidado.
Por eso dudo que el manuscrito del
Popol Wuj del siglo XVI todavía esté
bien y ojalá yo estuviera equivocado.
A la copia de Ximénez (1701-1703)
se le conoce como la original hasta
el momento. No es por querer hacer
una traducción más sino por querer
entender mejor como fue escrito el
documento y por su contenido.
¿Cómo se dio cuenta que la estructura
no era totalmente en prosa?
Al leer frase por frase la versión
k’iche’ me di cuenta que era un lenguaje
poético. Si uno escucha a un
oficiante profesional de ceremonias
durante una invocación, se percibe
que está hablando en verso paralelo.
Hay varios ejemplos de eso en el
documento. En unas dos invocaciones
se observa cómo debió haber sido
escrito el documento. Seguramente
así debió haber sido leído por quienes
lo transcribieron en el siglo XVI. Aún
así, se puede entender leyéndolo en
k’iche’, si se lee en español, no. En la
manera k’iche’ si se entiende cómo
está estructurado.
Además de la estructura y la poesía
¿qué otros hallazgos hizo?
Cuando se habla de que los padres
primigenios veían lo que iba a suceder,
había un libro donde consultarlo
y ese libro se llamaba Popol Wuj ¿De
dónde viene? Se habla de que la segunda
generación de los Señores hizo una
peregrinación o un viaje a la orilla del
mar. El argumento va, que la segunda
generación fue a Chichén Itzá y
de allí recibieron la parafernalia del
poder incluida la escritura de Tulán.
Esa escritura debe ser la versión por
lo menos mitológica del Popol Wuj
porque la parte histórica estaba ocurriendo.
En esa época podemos ver
en distintos sitios y artefactos mayas
que ya estaban pintadas o esculpidas
ciertas escenas, en distintos elementos
se puede ver lo que ocurre en el
Popol Wuj. Ese pasaje refiere que los
de la segunda generación, al recoger
el documento, regresan, lo presentan
a los demás pueblos y es donde
retoman el poder. Luego, acerca de
las ceremonias que hacían: en las
traducciones en español se habla de
que nueve personas hacían las ceremonias,
pero lo correcto no es eso.
Lo que sucede es que en k’iche’ para
decir veinte se dice winaq y para
decir gente se dice winaq, entonces
jun winaq es una cuenta de veinte. En
realidad no se trata de personas que
hacen ceremonias sino nueve cuentas
de veinte en que se hacen ceremonias,
es decir, 180 días. Eso sólo se puede
entender por contexto. Esa cantidad
implica la mitad del Tun—la cuenta
de 360 días al que se agregan los cinco
días y llegamos a la cuenta del ciclo
solar—. Los oficiantes no sólo eran
sacerdotes, sino matemáticos, astrónomos.
También se habla en otras
traducciones de que hay 13 personas
que hacían ceremonias pero son 13
cuentas de 20—es el calendario de
260 días—. La metáfora de cuando
empieza la creación habla del cosmos
como un campo de siembra,
no como una esfera, más bien es un
cuadrado, por eso se habla en las primeras
páginas que el cielo se midió
con una cuerda y se definieron los
cuatro lados—en la cultura maya no
hay puntos cardinales, son esquinas
y lados porque esa es su concepción–.
Cuando fueron creados los primeros
seres de madera se empieza a sembrar
el cielo de estrellas. Una de las primeras
constelaciones que se siembran es
Orión y corresponden a los tetuntes
que se elevan desde el suelo. Cuando
se refiere al dios de la palabra, se ha
dicho que es un dios, pero realmente
son dos que después fueron convertidos
en micos.
Al recuperar el significado y la poética
del texto y traducirlo al español
¿cuánta fidelidad conserva?
Había que buscar la mejor forma
de decirlo en español, encontrar las
palabras más adecuadas. Tengo distintas
versiones –de 2005, 2006 y
2007– hasta que quedé convencido
de la traducción. No voy a decir que
es perfecto, hice lo mejor que pude y
ahora estoy pensando en una edición
corregida, sobre todo en cuanto a las
notas. La traducción en español fueron
cinco años, pero el estudio previo
fue largo. Prácticamente la mitad de
mi vida ha sido esto, desde que empecé
con la lingüística.
Cuando estudiaba
para abogado
escribí algo de poesía,
esto lo cuento
porque un profesor
me dijo que así no
era el verso k’iche’,
porque en k’iche’ se
habla en colectivo
no en singular. Eso
me dejó inquieto,
luego leí en EE.UU.
las traducciones de
Tedlock, Carmack,
Edmonson, y me
di cuenta de que la parte linguística
pero artística de esto fue lo que más
me atrajo y de allí surgió la disertación
Mayan Poetics.
De todas las referencias que ha
tendido ¿cuáles han sido las claves
para esta traducción?
He señalado a Tedlock y Edmonson.
Cuando preparaba mi disertación
doctoral escribí algo sobre el Rabinal
Achí y tuve acceso a documentos para
hacer este tipo de estudios. Abordé
además partes de la Biblia como texto
literario y eso me permitió entender
el verso paralelo en la Biblia—sobre
todo en el “Pentateuco”—. Cuando ya
iba a hacer la tesis empecé a estudiar
la poética de los textos mayas, tomé
parte del Chilam Balam pero no me
basé en textos traducidos al español
sino en el texto de Roys que fue
escrito en 1933. También me basé en
pasajes del Título de Totonicapán, en
el Rabinal Achí, por supuesto, en el
Popol Wuj y en un discurso de pedida
que grabé en Cantel, cuando ya había
empezado a estudiar literatura y por
alguna razón quería entender el ritmo
de ese lenguaje ceremonial. Tuve que
hacer ese trabajo previo para entender
cómo funciona el mecanismo del
verso maya, entender el verso paralelo
en su versión oral.
¿Cuánto ha cambiado el k’iche’
antiguo del actual?
Hubo un poco de dificultad en los
tiempos verbales. El futuro inmediato
actualmente ya no se usa en k’iche’
por ejemplo cuando dice “ahora
vamos a decir” ya no se dice así, sino
“vamos a decir”. Por comparación y
con diccionarios antiguos, anteriores
a Ximénez, fui entendiendo estas
variaciones en cuanto al lenguaje de
la época. En la versión en k’iche’ ya me
había dado cuenta del futuro inmediato,
en la traducción al español tuve
que hacer uso de
los diccionarios.
¿Es un texto cristianizado?
Hay coincidencias.
Pienso que Ximénez metió
mano en el texto. Por ejemplo, en las
invocaciones hace un tratamiento de
respeto de “tú” como es en español,
para invocar al dios
cristiano. Pero en
el Popol Wuj no se
habla así, sino que
para referirse a los
dioses en k’iche’ no
se habla de “tu”, existe
el trato honorífico
de “usted”. Esto aparece
sólo en los pies
de nota no directamente
en la traducción
porque si no
se cambiaría totalmente
todo lo que
se ha hecho antes.
Ximénez creía que aquí estaba una
de las tribus perdidas de Israel. Por
supuesto, Ximénez también creyó
que esto era creación de Satanás.
¿Cuáles fueron las mayores dificultades
para presentar el trabajo?
Los pies de nota, tratar de explicar:
hubo notas que tuve que acortar.
Trabajé en ellas casi un año. El trabajo
me entusiasmó, al menos para
entender mejor el texto, creo que los
pies de nota son importantes.
¿Qué reacciones a su traducción ha
recibido?
Otros traductores como Carmack,
Tedlock y el historiador Chris Lutz
hicieron cuestionamientos puntuales
que me ayudaron a afinar detalles.
El hecho de afinar y estar de acuerdo
con las observaciones hechas, fue
muy valioso para mí. Esa reacción de
personas que han leído el documento
es lo que me hace sentir satisfecho
con el trabajo.
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